Por M.A. Ana María Zúñiga deja caer un chorro generoso de aceite sobre una olla, y después, al ojo y sin temor a pasarse, un puñado de sal gruesa, granos de pimienta, unas hojas de laurel y un poco de comino tostado por ella misma.Mientras la mezcla chisporrotea en el fuego, la dueña del restaurante que lleva su nombre corta en trozos gruesos una cebolla grande, un par de zanahorias, un pimentón rojo y otro verde, que va acomodando sobre la tabla con su mano izquierda: la misma donde tiene una cicatriz que va de hombro a dorso y que le recuerda que hace 25 años, haciendo lo mismo que hoy, se quemó con agua hirviendo y tuvieron que sacarle un injerto de la piel de la parte superior del brazo.Pero Ana María, hoy de 67 años, estuvo lejos de amedrentarse por esa herida de guerra. Después de todo, casi 40 los ha pasado dentro de esta cocina, la del restaurante que a comienzos de...