C errando su temporada lírica 2008, el Teatro Municipal ha dispuesto “Las bodas de Fígaro” de Mozart inmediatamente después de haber presentado “El barbero de Sevilla” de Rossini. Muy acertada idea, por cuanto en las piezas teatrales de Beaumarchais inspiradoras de ambas óperas se plantea la continuidad argumental. Para el montaje teatral de estas “Bodas” se convocó a Michael Hampe (régie) y Germán Droghetti (escenografía y vestuario), dupla ya muy elogiada en recientes producciones mozartianas. Si esta vez el primero realiza un trabajo más plano, que cede ante los estatismos de algunos pasajes, la labor del segundo vuela muy alto, con diseños espaciales que, aunque demasiado grandiosos en los dos actos iniciales, encantan por conjugar belleza y simplicidad. El vestuario es de lo mejor, pues exhibe variada hermosura, con un predominio del color negro que pudiera...