Mireya Díaz Soto TEXTO, MIREYA DÍAZ SOTO | FOTOGRAFÍAS, GENTILEZA JUAN GRIMMÉste era el sueño recurrente de Juan cuando era niño. Que a través de la ventana de su pieza miraba el mar. Infinito. Pero cuando despertaba, la pesadilla recurrente era ésta: en vez de un océano azul, veía la pandereta del patio de su casa en Ñuñoa.Esa imagen le quedó grabada para siempre. La idea de borrar límites, también. Por eso el mar ha sido para él siempre tan fundamental. Porque es interminable. Y porque más encima tiene un jardín escondido en el fondo, un jardín secreto. De ahí extrajo la máxima de su trabajo: que el paisaje no termine.Pero entonces, cuando vivía en esa casa de Ñuñoa, que tenía un terreno de 300 metros, y donde de los cinco hermanos -hombres- era él el encargado de construir los paisajes para jugar con autitos -hacer los cerros y las lagunas, poner los...