¿Quién, de entre todos los hombres que escriben y publican libros de poesía, no ha hecho el ridículo alguna vez tratando de enamorar a una joven con un poema? No se puede, y tardé toda una vida en comprenderlo. La primera vez que lo intenté tenía diez años, creo. Todavía recuerdo, grosso modo, la carta que le regalé a mi amada enemiga : en la primera línea, como es natural, estaba el nombre de la susodicha, y a continuación venían tres párrafos en verso libre.Comenzaba así: “Tus ojos son refulgentes cuando los alcanza un destello de luz”. Luego entregaba una serie de argumentos explicando por qué sus ojos eran como eran. Luego le atribuía alguna cualidad a la boca, con otros tres o cuatro versos explicativos, y finalmente remataba con la cara, lo que resumía a mi juicio todo el asunto. Era de algún modo un poema redondo, al igual que la cara de la destinataria,...