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UNA profunda pena, una enorme tristeza, una congoja que nos comprime el corazón haciéndolo trizas son los sentires que nos embargan ante la partida prematura de este hombre hombre.
Don Jaime, gran señor, noble y generoso, esposo amante, amigo como pocas veces en la vida se tiene la fortuna de encontrar.
¡Cómo duele su ausencia!
Pero hemos de ser fuertes, puesto que si él nos viera llorar, estamos ciertos nos reconvendría; por ello, consolémonos con este pensamiento sabio que constituyera su divisa ante la adversidad: "¡Días de sol, no lloremos porque pasaron, sonriamos porque brillaron!"...