Por Josefina Licitra. Fotografías: Santiago Porter.
A la mañana mueren los fantasmas, y ahora es la mañana.
Teresita Ferrari se levanta, hace el mate, junta el diario de la puerta y se mueve por la casa como si el cuerpo –el suyo– fuera una energía sin forma. Luego enciende la radio, revisa los mails, hojea las noticias, come, ceba, y deja que la luz temprana cruce el vidrio y desintegre, como esas fotos que se velan, todas las formas del miedo: el temor a enfermarse, a que se olviden de ella, a que pase algo horrendo y los vecinos se enteren cuando el olor fétido se cuele por debajo de las puertas.
Ninguno de estos pensamientos negros sobrevive al sol. Por eso la mañana, en la vida de las mujeres solas, o al menos en la de Teresita, es un momento poderoso.
"Las solas corremos con una desventaja. Llegamos a casa después de un día largo y algunos episodios, que suelen ser...