Desde Marruecos Texto, María Cristina Jurado
En Tánger, el puerto favorito de Paul Bowles, Graham Green y Truman Capote, y pegada a la entrada de su medina que ya completa más de un milenio, se alza la casa del pintor Francisco de Corcuera. Como casi toda la arquitectura de esta ciudad centinela frente al estrecho de Gibraltar, es blanca, de paredes gruesas y techos que hacen soñar. En particular, la de Corcuera tiene una terraza en el último piso donde anidan palomas y gaviotas, conviven plantas chasconas y se pone el sol, incandescente y furioso, a la hora en que los tangerinos hacen su oración. Mientras la tarde cae, se escucha, poderosa, la larga letanía colectiva de los musulmanes invocando a Alá. En la calle y, acodados en sus paredes, un grupo de adolescentes intercambia marihuana: un escenario usual en estos barrios del puerto marroquí. Corcuera no se inmuta, la escena...