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Viajar es como leer.
Ésta fue la primera frase que se me vino a la mente cuando me ofrecieron participar en esta columna viajera. Viajar es como leer, sí. ¿Sí? ¿Lo es? O quizás es al revés: leer es como viajar.
Hubo una época, breve por suerte, en que la dicotomía zanjada por Paul Bowles colocó a un lado a los turistas y, en el otro, en la vereda izquierda, a los llamados viajeros. Los viajeros, por cierto, eran mejor que los turistas. Los turistas eran lo que botó la ola. Era tan horroroso ser turista que incluso algunos se disfrazaban de viajeros. No tengo nada contra los turistas. Soy y he sido y seré un turista, aunque espero no ser uno del todo accidental. La mayoría de los mortales somos turistas porque sí deseamos volver, porque sí tenemos fecha de regreso. Ser viajero (eso de partir para no preocuparse de algo tan frívolo como el volver) puede sonar romántico,...