Roberto Careaga C. En agosto de 1880, la policía peruana sospechó de un ciudadano danés que viajaba en un vapor con destino a Callao. La Guerra del Pacífico avanzaba sin pausa y aquel hombre, más que un ingeniero en busca de trabajo proveniente desde Chile, como decía ser, les pareció que era un espía del enemigo. Lo detuvieron. Pero después de pasar 17 días retenido en que no se le pudieron comprobar cargos, fue liberado. Entonces, Holger Birkedal siguió su rumbo hasta Lima para cumplir con su misión. Las sospechas eran correctas: era un agente secreto de la inteligencia chilena. Lo era desde hacía al menos cinco años, mucho antes del inicio de la guerra, y nada lo detendría.Birkedal, que en Perú había construido líneas férreas y había trabajado en la instalación de varias salitreras, retomó antiguas amistades en la sociedad limeña. Al poco tiempo, organizaba...