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Ricardo Astaburuaga Echenique
Tras el enorme ventanal del piso 10 de la que fue su última morada, Santiago poniente se extendía como siempre dócil a su mirada, sin saber que era la última.
Finalmente, su cuerpo, luchador incansable, se había rendido ante su alma que había decidido liberarse para continuar su camino de evolución. Atónitos, hermanados en una suerte de rito tribal atávico, sus hijos, hijastros, algunos nietos, sobrinos, cuñados, suspiramos con él su último suspiro, mientras su Alicia de la vida le susurraba que partiera, que se fuera con los ángeles al encuentro de su hijo Santiago, que viajara en paz, que ya se volverían a encontrar. Su hijo Pablo, guerrero espiritual, coronaba con entereza el momento, ayudándolo a cruzar la línea.
Bach nos envolvió a todos con el consuelo inconmensurable de las notas de su Partita N.o 4. Fue entonces cuando el...