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La raquelita, como le dicen todos, lleva una pena adentro. "Desde que la micro me molió una pierna y quedé inválida, perdí el contacto con mis tres hijas; me dejaron en el Hogar de Cristo y nunca me han venido a ver; tampoco llaman por teléfono". Una pena que asoma en lágrimas en ocasiones especiales. Como en el Día de la Madre, por ejemplo, cuando las voluntarias del Centro Abierto Padre Hurtado, donde permanece hace siete años, preparan una fiesta para los residentes y las niñitas de la escuela cercana les vienen a cantar. "No es por ser mal agradecida, pero yo preferiría que fueran mis hijas". Una pena que Raquel Ríos, a sus 68 años, trata de aminorar armando flores con trozos de panties de colores, recortando géneros para hacer vendas, rellenando payasitos y muñecos de trapo o leyendo, "en el taller de lectura me dieron un diploma". Oriunda de Valparaíso, su marido...