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María Teresa Rivas Roces
Un día, de muy niño, la vi partir de nuestra casa por primera vez. Era su primer viaje al universo de las letras y la cultura. Ella me había enseñado mis primeras lecciones y mis primeros cuentos. Entonces vivíamos lejos del mundo, lejos de la cultura y el conocimiento, lejos de todo. Desde un rincón de las provincias olvidadas de Chile, ella se vino al encuentro de la universidad y de los idiomas que le permitieran conocer el mundo. Yo me quedé con el llanto de niño desconsolado, que no podía comprender qué podía existir más allá de ese mundo que ella me había enseñado. Su primera partida de nuestro hogar no sería sino su permanente peregrinar en busca de la cultura, un peregrinaje que antes habían hecho nuestros padres en pos de un mundo mejor, cuando dejaron su natal España, rumbo a la América morena de las esperanzas.
Tempranamente en...