Texto y fotos: Sebastián Montalva Wainer, desde Cali, Colombia. Primera estrofa: Cali y las caleñasEsto es personal. Llevo sólo un par de horas en Cali y ya estoy asustado. Las dos personas que conocí hasta ahora fueron categóricas: en Cali el que no baila salsa está perdido, dijeron. En Cali, continuaron, si no bailas, la mujer se te aburre y se va con otro. Y lo han dicho así, entre risas, mientras en la radio del auto suenan unas congas, unas campanas, unos trombones, y por la ventana pasan edificios color ocre, árboles verdes y frondosos, y varias mujeres contornean sus caderas bajo el sofocante sol del mediodía. Yo no sé bailar.Acabo de llegar a Cali y debo enfrentar mi destino: en unos minutos más tomaré la primera clase de salsa de mi vida. Y lo haré, ni más ni menos, que en el lugar donde hoy nacen, crecen, se reproducen y mueren los mejores bailarines de salsa...