Por Claudia Aldana S. El 10 de noviembre de 2009, nació mi primera hija, María Lourdes. Eran las 3:47 de la mañana y estaba en trabajo de parto desde hacía 17 horas, y a pesar de la anestesia, el cansancio, la euforia y la adrenalina de ese minuto mágico en que la vi por primera vez, pensé que no era una guagua chica, pero tampoco justificaba los 32 kilos que había sumado en los meses de la "dulce espera". Ahí estaba mi hija, roja, con los ojos abiertos y un aire de furia que todavía conserva en las peores noches, pidiendo justicia por haber sido usada como excusa en tanta comilona obscena. Y ahí estaba yo, agotada, pero recordando que, según los libros que leí en el embarazo, después del alumbramiento uno baja automáticamente alrededor de 10 kilos. No es malo, pensé, me quedan solo 22., y si las circunstancias siguen su ritmo, en dos o tres meses me vuelvo a meter en...