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Ximena Rohde
El 15 de noviembre de 2002, celebré mi matromonio en la iglesia Luterana el Redentor, ubicada en calle Lota. Debí pagar $245 mil por el servicio religioso y por el organista que tocaría durante la ceremonia. Para mi sorpresa, el día del casamiento, me pidieron no entrar a la iglesia porque el organista no había llegado. Después de esperar 15 minutos, decidí proseguir con la ceremonia para no faltarles el respeto a mis invitados. Por supuesto que la entrada fue sin marcha nupcial ni nada parecido y no hubo órgano en gran parte de la celebración, ya que el organista llegó 5 minutos antes del término. El lunes siguiente, llamé a la administración de la iglesia para exigir una explicación y me comunicaron que ellos no estaban en conocimiento de lo sucedido, así que lo investigarían. Yo quería recibir una disculpa formal de ellos y la devolución del dinero por...