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Marcela Escobar Q.
Para 1852, las tierras del sur de Chile estaban vírgenes. No existía Puerto Varas ni Frutillar, ni Puerto Montt. Los huilliches de la zona le tenían miedo al lago Llanquihue. Y el volcán Osorno todavía estaba en actividad. Los indígenas decían que eso era un mensaje de los dioses. Del Pillán, como ellos le llamaban. A esa ribera lacustre llegó, ese año, un grupo de 32 alemanes, animosos y recién arribados al país, quienes querían hacer del lugar su nueva patria. Se abrieron paso por la naturaleza indómita a punta de machete. Los lideraba Vicente Pérez Rosales, por entonces el encargado de la colonización de la zona.
El propio Pérez Rosales, en su libro Recuerdos del pasado, relató lo sucedido durante los primeros días de esa treintena de alemanes en Chile. Reza el texto: "A la media hora de una marcha fatigosa, al practicar nueva cuenta en un...