por Andrew Chernin. Iban tres minutos y 25 segundos del partido de vuelta por los cuartos de final de la liga mexicana, el 26 de noviembre, cuando pasó: el delantero francés del Tigres de Nuevo León, André-Pierre Gignac, la contratación más bombástica de la última temporada, rompió una racha de nueve partidos sin anotar, luego de cruzarle una pelota a la entrada del área al arquero Alejandro Palacios, de los Pumas de la Unam. Gignac, después del gol, corrió hasta el banderín del córner para festejar con la rutina de siempre: abrazar a sus compañeros, gritar el gol con los hinchas. Pero ahí sucedió lo que todo el mundo comentaría. Uno de sus compañeros, Javier Aquino, se paró frente a él, extendió su brazo abriendo la palma de la mano e hizo como que lo hipnotizaba mientras el francés se derrumbaba sobre el pasto. La escena, cómica y sorpresiva, fue la...