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Por NICHOLAS D. KRISTOF The New York Times
MIDLAND, Texas.- La clase de cuarto año apenas pudo contener las risas cuando George W. Bush, uno de los payasos del salón, se paró frente a sus amigos. Había utilizado una lapicera para dibujarse una barba y patillas largas en sus mejillas.
La profesora, Frances Childress, llevó a George a la oficina del rector en la Escuela Básica Sam Houston. "Ha estado haciendo desorden en la clase", recuerda el rector John Bizilo que le manifestó la profesora.
El próximo paso era bastante obvio para alguien que vivía en los años 50 en la ciudad petrolera de Midland, al oeste de Texas: Bizilo ordenó a George que se inclinara y luego lo golpeó tres veces con su paleta, del grosor de una de ping pong, pero más angosta y larga. "Cuando le pegué, gritó", recordó Bizilo. "Pero aprendió su lección".
Así fue. Muchas de las raíces de la...