Texto y fotos: Werne Núñez, desde isla Mocha, Región del Biobío. El sábado 27 de febrero, quince minutos después del terremoto, dos olas de veinte metros de altura se adentraron unos cuatrocientos metros en la isla Mocha, según cuentan los que arrancaron cerro arriba. Había luna y fue un instinto, dicen; y en segundos, el maremoto destruyó el muelle, las embarcaciones, un par de camionetas y veinte casas. Los que caminaron desde el norte hacia al sur, al amanecer, vieron botes en patios, peces en techos, pulpos sobre rejas, algas en las ventanas y cadáveres de ovejas, caballos, vacas y perros tirados en las chacras y playas. Tres turistas desaparecieron. Se encontró solo un cuerpo. Antes, los mapuches de la costa creían que, al morir, sus almas viajaban a comer papas negras al otro lado del mar, y que las ballenas, o yene, eran las encargadas de transportar las almas de...