S e duerme a las 2.30, despierta a las 6.30. En las noches, cuando sus hijos ya están en sus camas, enciende su computador y se chupa el dedo gordo de su mano derecha. Es casi medianoche. Hay que trabajar. En las mañanas, justo en el instante en que deja de ser madre y soltera por un rato y se convierte en el nuevo sueño erótico del chileno medio que la desea mientras comenta farándula en un matinal, Macarena Tondreau piensa, y se ríe solita. Le pasa hace cinco semanas: se ríe y se acuesta a las tantas, de lunes a viernes, porque ahora se queda trabajando, o sea, estudiando, investigando, reporteando y googleando cada detalle de la vida de los otros para cumplir con su nuevo trabajo que, por esas cosas de la glándula pineal y los clichés, es como un sueño: “Es que, definitivamente, estoy viviendo uno de los mejores momentos de mi vida, y estoy mil veces más feliz que hace...