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Siendo pensionada de Provida siempre recibí las atenciones que se merece una persona de la tercera edad, pero ese trato preferente fue cambiado bruscamente. Antes me pagaban en efectivo en el edificio de Pedro de Valdivia y 11 de Septiembre, pero esto cambió y comenzaron a entregarme cheques que había que cambiar en un banco, a veces lejos. Debo ir ahora al BBVA que me queda más cerca, pero con el inconveniente de que sus cajas están en un subterráneo, al que se llega por dos largas y peligrosas escaleras, que para los viejos es una odisea bajar y, más todavía, subir. A veces, los cajeros, compadecidos de nosotros, nos llevan arriba nuestras humildes jubilaciones. Pienso que esto es un chiste.
Rosa María Calvo...