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"Neil+Davidson"
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Por Neil Davidson
He vuelto a adquirir una costumbre que tenía antes, la de llevar bolsitas de azúcar en el bolsillo. Estoy trabajando en una oficina y a veces se acaba el azúcar en la máquina de café, cosa bastante desesperante si uno no ha tomado las precauciones adecuadas. Pero amén de su utilidad práctica, esas bolsitas, la sensación que produce su papel liso contra los dedos, tienen un valor nostálgico también. Me traen a la memoria el período, bastante prolongado, en que vivía en una casa compartida con amigos. Me recuerdan la camaradería y las frustraciones de la soltería. Y me reviven la mezquindad, la insubsanable mezquindad, de esa vida. La casa compartida con amigos, de hecho, más que cualquier matrimonio, es la escuela de la mezquindad. De haber vivido Sócrates en esa situación -en vez de tener a nada más que una mujer regañona- , nunca hubiera podido...
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Hay épocas del año que ponen a prueba los nervios de los santiaguinos. Es el caso de las fiestas patrias, momento en que, entre el alcohol y el amor a Chile, se genera una hilaridad no del todo espontánea. Es el caso también de los días viernes que preceden los fines de semana largos, cuando huyen de Santiago todos los que pueden y la ciudad se vacía como una colmena fumigada. Y al llegar el otoño, asimismo, parece que se apodera de los habitantes de la capital una melancolía salvaje y abandonada que se expresa en arranques repentinos de angustia o en brotes de irracionalidad comunal. En la bomba, una mujer de pinta respetable cae en un estado de histeria porque el cajero automático le ha tragado la tarjeta; en Vitacura, en la hora peak, un conductor abandona la cola de vehículos inmóviles para meterse por la izquierda y arrancar a toda velocidad a contratránsito. Lo mismo...
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Neil Davidson
Me acaba de llegar una comunicación bien macabra: una carta del secretario de la asociación de ex alumnos de mi antiguo colegio, el liceo Fosters, en el sudoeste rural de Inglaterra. Escrita en una prosa campestre - pocas comas, una afición a las palabras difíciles, mal empleadas- , invoca el "espíritu de Fosters" para convencer a los socios de que se inscriban para la cena anual. Resulta que son pocos aquellos que se han inscrito hasta la fecha, aún quedan muchas plazas.
Lo que hace que la carta sea macabra - y lo que explica, supongo, la decadencia de la asociación- es que el colegio cerró hace unos diez años. La cantidad de ex alumnos, por lo tanto, ya no puede crecer más. Al contrario, todos los años debe morir, como promedio, una clase entera. En cada reunión anual, la edad de los asistentes debe ser mayor. Y por la operación de una ley implacable, va...
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Blogs.-Hace unos años Neil Davidson me habló de los que se consideraban los peores versos de la poesía inglesa: "The Tay Bridge disaster of 1879 / that will be remembered for a very long time". Acabo de leer el poema en su totalidad -dedicado a la caída de un puente ferroviario que provocó varias decenas de muertos- y difiere un poco de la versión de memoria de Davidson, pero da lo mismo. Los versos originales son aun peores. El autor es el escocés William Topaz McGonagall, quien vivió entre 1825 y 1902, ofició vagamente de "tejedor" y fue además actor aficionado.
La posteridad no le ha sido en absoluto ajena a McGonagall. Su vida, ejemplos de su obra, especulaciones sobre su carácter, todo eso está hoy en internet, al igual que su retrato, donde aparece como un sujeto de catadura sensible, con una discreta melena y una mirada que pareciera revelar inconfesados...
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Neil Davidson
Comparto con James Bond, o con su creador Ian Fleming –ya no me acuerdo en cuál de los libros sale la observación–, cierta desconfianza hacia las personas que tienen un dominio perfecto de dos idiomas. Son como agentes dobles que se mueven con una facilidad sospechosa entre dos mundos, dejando atrás con cada trasmigración a aquellos que se habían creído sus congéneres. Es por ese motivo –entre otros, como la inercia– que abandoné un proyecto, casi diría una broma, con el cual había especulado un tiempo, el de tomar clases de elocución para poder hablar castellano sin acento inglés y de ese modo pasar por chileno. Hubiera sido tanto una especie de fraude practicado contra mis interlocutores chilenos, al atribuirme éstos toda una biografía local para luego verla desmentida, como una traición contra mis compatriotas. Como los espías, o...
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Neil Davidson
Si algo parecido al fondo de cobre chileno existiera, por ejemplo, en Argentina, su destino no sería difícil de prever: ante las exigencias de múltiples sectores sociales, se disiparía en subsidios mal concebidos, o en un programa de exploración espacial, o simplemente se robaría. En Chile, por el contrario, se ha tratado el tema con un nivel de madurez política que raya en la senilidad. ¿En qué otro país democrático se mostraría tan paciente el electorado frente a la posibilidad de apoderarse de esos millones? En Noruega —es la respuesta— con su abultado fondo del petróleo. Pero en Noruega un gran desembolso no haría más que desequilibrar una economía ya desarrollada, y tiene sentido ahorrar para enfrentar los efectos futuros del envejecimiento. Chile es otro caso, un país donde es urgente fomentar la productividad y el crecimiento, y...
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Neil Davidson
En lo que se está convirtiendo en una especie de rito anual, estoy de visita en Inglaterra, mi país natal. Aparezco en las casas de familiares y amigos como pájaro de mal agüero que anuncia, en este caso, la llegada del invierno, para luego regresar a los cielos azulados de Chile. Está terminando el otoño, ya cambió la hora y cuando entré en el Museo Británico en Londres ayer a las cuatro y media, faltaba poco para que anocheciera. No soy muy de museos, por cierto, pero esta vez tenía la misión bien definida de conseguir materiales para que mis hijos lucieran en un proyecto de investigación de su colegio cuyo tema es el Egipto antiguo. Al salir de una de las tiendas del Museo con mis compras —un manual de dibujo egipcio, otro para aprender a leer jeroglíficos; el Cuento de Pedrito Conejo, de Beatrix Potter, traducido al egipcio, un desfile de...
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Blog.- Neil Davidson
“Nuevamente queman un camión en zona del ‘conflicto mapuche’”, reza el titular de un diario que desde hace dos o tres semanas acostumbro ver en mi casa. Ya sería hora de botarlo, o de leer el resto del artículo, pero no me animo y el diario quedó como emblema de lo que significa ese conflicto, creo, para muchos chilenos: un residuo del pasado, algo que ya no debería tener vigencia. Y sin embargo sigue, provoca estragos en el país y afecta las percepciones de su política extranjera, por lo menos para aquellos que comparten el criterio expresado, por ejemplo, en un artículo del periódico “Mapuexpress”:
“El pueblo mapuche es anterior al estado de Chile, que invadió su territorio a fines del siglo XIX. Al igual que el Tíbet, el Wallmapu es un territorio invadido. Al igual que China, el estado de Chile es un estado usurpador.”
China y Chile,...
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Neil Davidson
Irse a vivir a otro país a una edad madura y luego tratar de entender su escena política, es como ponerse a ver una teleserie que ya lleva veinte capítulos. Entendimientos tácitos, la memoria colectiva de eventos que ocurrieron décadas o siglos atrás, personajes que ya salieron del escenario pero cuyos fantasmas lo siguen penando: todo eso desdibuja la lógica de los eventos y confunde al observador que no comparte esos antecedentes. Es mi caso en Chile, y no me atrevería a opinar sobre los pormenores del proceso político del país. Llama la atención, sin embargo, algo más global: en la última encuesta Latinobarómetro, menos de la mitad de los entrevistados chilenos afirmaron apoyar la democracia. Pero Chile es un país bastante bien gobernado. ¿Será un problema de expectativas exageradas? ¿O existe otro tipo de malentendido?
La visión que...
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Neil Davidson
Pasando al lado de alguna casona antigua en el campo chileno, o leyendo la descripción de un viaje en mula entre Valparaíso y Santiago, ciudad católica y ajena al cosmopolitismo de la costa, o recorriendo a pie el barrio Brasil en un día de sol con la cordillera nevada como trasfondo, uno siente que Chile antes era uno de los países más románticos del mundo. Romanticismo que debía mucho, por cierto, a su aislamiento. Para un europeo, Chile debe haber sido un país casi fantástico, como ciertos animales que, siendo reales, pecan de un parecido excesivo con el bestiario medieval; cuando niño, por ejemplo, yo nunca pude convencerme de la existencia de los caballitos de mar. El chileno, por su lado, debe haber entendido a Europa como una especie de conventillo de ciudades achoclonadas y fantásticas. Pero esa extrañeza mutua de a poco se fue...