Cuando supimos que la tía María Teresa había partido, entre nuestra pena y sorpresa, creímos herradamente, "la tía no pudo con su enfermedad esta vez". Sin embargo, lo que sucedió fue todo lo contrario. Finalmente había vencido esa cruz que la había acompañado gran parte de su vida. Ante la inmensa prueba que le puso Dios, demostró una fortaleza ejemplar, una paz increíble, aún en los peores escenarios. Y pese a todas esas limitaciones junto al tío Max, lograron formar una gran familia, apegada a los principios que sus padres les inculcaron. Eso es un triunfo. La tía nos deja un gran ejemplo de vida. De cómo se deben enfrentar los problemas sin desfallecer. De cómo sonreírle a la vida. Y, en familia, un claro ejemplo de lo que es el amor en el más claro sentido de la palabra. Hoy debemos dar gracias, una vez más, de haber tenido la bendición de compartir con la...