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por Michael Chabon
Cuando volvimos a la cocina, la fiesta estaba tocando a su fin. Walter Gaskell ya había conducido al auditorio a un amplio grupo de invitados, entre ellos al pequeño elfo con jersey de cuello de cisne que esa noche iba a darnos una conferencia titulada El escritor como Doppelgnger ("doble", en alemán). Sara, ayudada por una chica con un delantal gris, estaba muy atareada vaciando cuencos en el cubo de basura de la cocina, cubriendo con plástico platos con galletas y volviendo a poner los tapones de corcho en botellas de vino semivacías. Como el grifo del fregadero estaba abierto, no nos oyeron pasar hacia la sala, donde una brigada de estudiantes se dedicaba a recoger platos de cartón y ceniceros rebosantes de colillas. Yo seguía sintiéndome muy colocado, ligero y etéreo como un fantasma, y ya no tenía tan claro como hacía un rato qué me había impulsado...