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IGNACIO ARANA ARAYA
Cuando los prisioneros descendían desordenadamente de los vagones del tren que recién arribaba al campo de exterminio de Auschwitz, entre mayo de 1943 y enero de 1945, eran recibidos por un médico y doctor en Filosofía de facciones finas e impecablemente vestido. Tras varias horas de viaje bajo duras condiciones climáticas y de hacinamiento, los prisioneros desfilaban uno a uno frente a él. El especialista los examinaba, y luego movía resueltamente su enguantado pulgar. A la derecha, los que podían trabajar en condiciones animales. Luego se someterían de nuevo al examen. A la izquierda, los "débiles", niños, ancianos y enfermos cuyo futuro se limitaba a caminar en línea recta hacia una cámara de gas. El especialista, sin embargo, se estremecía de satisfacción cuando ante sus ojos aparecían gemelos. Entonces podía experimentar "científicamente" con...